300 años del abandono del Convento de Usagre, breve historia.

 

fragmento comic Pepe Larrey

        Este año se cumplen 300 del abandono del Convento de Usagre, un convento con mas de dos siglos de historia que entró en el olvido después de su abandono.

      El Convento fue fundado allá por 1509 y durante más de dos siglos estuvo funcionando. Si la actual ermita del Cristo era la iglesia del Convento, en aquella época el convento se hallaba fuera de la población, un poco aislado. 

       El empeño de la creación de un convento un Usagre fue de Dña. Teresa Enriquez , mujer de Gutierrez de Cárdenas, Comendador mayor de Leon y mayordomo del Rey, convenciendo al matrimonio de Dña. Mayor de Cepeda y Gonzalo Rico-hombre que ambos eran adinerados de Usagre. Comenzaron las obras en 1509 pero el proceso de fundación tuvo varios problemas por la polémica de la inclusión de la orden de las Concepcionistas a la orden de Santa Clara, hasta que en 1514 se incorporaron al nuevo convento religiosas de la localidad de Torrijos, que fueron recibidas con solemne procesión. Los fundadores Dña. Mayor y Don Gonzalo escrituraron todos sus bienes para el convento, con la condición de entrar a tres de sus sobrinas, pero pasado el tiempo el convento tuvo varios problemas y quedó desamparado por la hambruna y la peste de la década de 1530. Luego tuvieron varios litigios por las posesiones del convento y las rentas que llegaron hasta finales del siglo XVI. Por aquella centuria (1500) había 30 religiosas en el convento. A partir de la segunda mitad del siglo XVII el convento tuvo su mejor etapa gracias al apoyo de los comendadores de la orden de Santiago y de importantes personas que colaboraban con él a cambio de la entrada de sus familiares en el mismo. 



      En 1723 las monjas decidieron abandonarlo por la situación insalubre que padecía la población y por los robos que se cometían entre otras cosas. Aquella época fue nefasta para Usagre, la gente se fue del pueblo porque principalmente las aguas que se bebían y la ribera fueron contaminadas con los vertidos de la mina de Azogue (mercurio) de la localidad. La gente enfermaba y se les hinchaba el vientre, de ahí se supone la expresión "Panzón". Así estaba la situación cuando la comunidad religiosa que vivía en el convento, encabezadas por su abadesa María de Santa Rosa, tomó la decisión de abandonar el convento y huir a la localidad vecina de Bienvenida, donde serían bien acogidas. Ya después el convento quedó abandonado sirviendo de cuartel a las tropas napoleónicas que unas décadas después estarían en Usagre. Un capítulo de nuestra historia que ya Pepe Larrey abordó en alguno de sus comics y escritos. Aquí os dejamos con la visión recogida por A. Manzano Garias.



Gracias a Jerónimo Díaz Vázquez por su colaboración.


Extraido del Libro "Bienvenida y su Ermita" de A. MANZANO GARIAS hablando de la historia del Convento de Bienvenida.

El convento

Ocurre ahora un episodio pintoresco y curioso que causó honda sensación en aquella época, no solo en Bienvenida sino en todos los pueblos comarcanos. De él voy a dar un extracto algo detallado, pues la documentación que poseo es copiosa y vale la pena de condensarla aquí.

Existía en Usagre un convento de monjas concepcionistas, de los más antiguos de esta región; pues había sido fundado con licencia de Fernando el Católico en 1509, por Gonzalo Ricohombre y su mujer María de Cepeda, naturales y vecinos de dicha villa. Habían transcurrido más de dos siglos; sucediéndose en él varias generaciones, y a principios del s. XVIII las religiosas se sentían incómodas allí, por el clima que estimaban malsano, a causa del paludismo endémico, lo que motivaba mucha escasez de vocaciones; pues hacía diez años que no entraba ninguna religiosa. Parece ser que tampoco mantenían relaciones muy cordiales con el pueblo de Usagre.

Estaba accidentalmente en Usagre el sacerdote de Puebla de Sancho Pérez D. Alonso Gordón Mancera, y una noche, (la del 21 de octubre de 1723) llamó a su puerta un hombre, a quien no conoció, y con mucho secreto le entregó una esquela que decía así:

«Sr. D. Alonso, aunque la hora es irregular y no usada para hablar con religiosas, no obstante, se ha de servir de llegarse a este convento, luego que reciba esta, porque tengo que comunicar con vuestra merced cosas repentinas de la gloria de Dios. Convento de la Concepción de Usagre hoy 21 en la noche. - D. María de Santa Rosa, abadesa».

El sacerdote ante esta misiva tan peregrina salió inmediatamente de su casa al convento, cuyas puertas encontró entornadas, y la tornera le entregó otra esquela que decía así:

«Sr. D. Alonso, esta comunidad y yo hemos dispuesto pasar esta noche a Bienvenida porque estamos ciertas de que el padre vicario se halla fuera... Y porque para allanar las dificultades que tenemos, es nuestra, voluntad, por parecernos ser gusto de Dios, el marchar toda la comunidad en esta noche y con el mayor secreto a Bienvenida, y pedimos a vuestra merced que nos acompañe y nos lleve El Santísimo porque irá con más decencia en manos de su ministro y nosotras más seguras por ignorar el camino; pues en caso de no favorecernos vuestra merced con lo que pedimos, estamos determinadas y resueltas a hacer solas el viaje con Su Divina Majestad llevamos guía y verdadero camino. De vuestra merced servidora besa su mano Dña. María Ponce de Santa Rosa».

Ante petición tan inusitada y noticia tan alarmante el buen presbítero trató de convencer a la abadesa, con la que habló por las rejas, que esa determinación de salir del convento para Bienvenida era contra los sagrados cánones, que mirasen lo que hacían, y como insistieran ellas en que sí él no las acompañaba se irían solas, llevando por sí mismas el Santísimo, se movió al fin a condescender con lo que le pedían.

Inmediatamente le fueron abiertas las puertas de la Iglesia, encontrando a la comunidad en dos filas, presididas por la abadesa, puestos los velos, y cada una con una vela encendida. El sacerdote, revestido de sobrepelliz, estola y paño de hombros, abrió el Sagrario, puso en sus manos el Sacramento, e inmediatamente la comunidad, precedida de la abadesa, que llevaba la cruz alzada, y cerrando la marcha el sacerdote, que llevaba el Santísimo, salieron hacia Bienvenida con el mayor silencio recitando los salmos penitenciales. Cuando tomaron el camino eran las dos de la madrugada del día 22 de octubre del 1723.

A las cinco llegaron a la ermita de Los Milagros, a las seis es a las seis estaban en la Iglesia parroquial de Bienvenida, a las seis y media en las Casa de la Encomienda, con la natural alarma y estupefacción del pueblo, que a pesar de la hora temprana se percató enseguida de lo que ocurría porque al llegar a la Iglesia las monjas mandaron repicar las campanas, a cuya novedad acudieron el cura y los alcaldes, que inmediatamente mandaron un propio al Vicario General y Juez eclesiástico de la provincia, con las siguientes cartas:

«Muy Sr. mío: hoy viernes 22 del corriente, a cosa de las cinco de la mañana, me dieron noticia de que las religiosas de la villa de Usagre en comunidad, con cruz alta y un sacerdote con el Santísimo Sacramento, se hallaban en la ermita de Nuestra Señora de Los Milagros, extramuros de esta villa. Antes de poder dar en caso tan urgente, por la incomodidad de la, hora, la menor providencia, me dieron un segundo aviso de haber tomado la determinación de pasarse a la Iglesia, y de ésta a las Casas de la Encomienda de esta villa, donde al presente se hallan, donde bajé acompañado de los alcaldes, y vista la resolución de dicha comunidad en querer mantenerse en dichas casas: fue preciso dar la providencia de que se mantengan con toda custodia y religión, en el ínterin que vuestra merced dispone lo que fuere más conveniente en este caso de tanta consideración.

 Nuestro Señor guarde a vuestra merced muchos años en su santa gracia. Bienvenida 22 de octubre de 1723- Lic. D. Lope de Sanabria y Chaves; cura- Sr. D. Bernabé de Chaves y Porras, vicario general y juez eclesiástico».

En los mismos términos poco más o menos se expresa la otra carta firmada por D. Juan Gutiérrez de la Barreda y Antonio Madejón, alcaldes, D. Juan Gordón de Valencia, Sebastián Sánchez Burgueño y Miguel Navarro Candalija, regidores.

Las cartas llegaron a Llerena, pero no encontrándose allí el Vicario General hubo de mandarse otro propio a Almendralejo, donde se hallaba, y donde las recibió el 23 de octubre, a las ocho de la mañana.

 El bueno de D. Bernabé, de Chaves, quedó maravillado ante novedad tan insólita, e inmediatamente, se dispuso a ir en persona a Bienvenida, no sin mandar con el mismo propio una comunicación al cura y a los alcaldes para que trataran de convencer a las monjas que debían disponerse a desalojar la casa de la encomienda, y restituirse a su convento.

El vicario salió de Almendralejo a las doce de dicho día, pernoctó en Los Santos, de donde salió a las siete de la mañana del 24 de octubre para Bienvenida, llegando a las once, detalles todos consignados en acta.

Inmediatamente, acompañado del notario eclesiástico, del cura y alcalde de Bienvenida y de muchos caballeros y eclesiásticos de la misma villa se dirigió a la Casa de la Encomienda, hizo comparecer a la comunidad con la abadesa, que salieron a una sala principal, <y su merced el Sr. vicario se sentó en una silla que se puso a la puerta de dicha sala, y después de haber hablado con dichas religiosas lo general de cortesanía, les dijo que la resolución que habían tomado de salir de su convento y venirse a esta villa... iba contra los estatutos de la Orden y bulas pontificias... que su merced daría providencia conveniente a fin de que se vayan a su convento con toda decencia y seguridad».

Las religiosas por boca de la abadesa contestaron que no se atrevían a volverse por muchos y graves motivos que habían tenido para venirse”. lo primero porque el convento de Usagre está en despoblado y desamparado del lugar, motivo que ha dado atrevimiento a que diferentes veces hayan entrado ladrones hasta en el interior de la clausura, llevándose lienzos, y otras alhajas de las celdas de las religiosas..; lo segundo porque la intemperie del lugar y situación del convento hace que estén continuamente enfermas, de manera que en todo el verano solo la abadesa y otras religiosas han podido cumplir con el rezo del oficio divino, y que esta condición malsana del convento ha hecho que de diez o doce años a esta parte no haya entrado ninguna a ser religiosa por el temor del riesgo y peligro de la vida, y que por ese mismo temor muchos vecinos de Usagre se han ido a vivir a otros pueblos como es público y notorio; lo tercero que para curar las enfermas que continuamente padecen no hay médico ni cirujano en esa villa; lo otro continuas extorsiones que hemos experimentado y temíamos experimentar este presente año por lo calamitoso de los tiempos y necesidades casi extremas que hay en aquel lugar, motivos todos por los que hemos tenido que desamparar dicho convento y venirnos a esta villa de Bienvenida»>.

Preguntadas por el vicario si para dicha resolución fueron aconsejadas o inducidas por alguna persona eclesiástica c secular dijeron: «que de nadie fueron inducidas» añaden que a ninguna persona de esta villa dieron aviso, que no saben quién tocara las campanas; que desde la ermita de Nuestra Señora de Los Milagros avisaron de su llegada a los alcaldes y al párroco, y que antes que se diese providencia de alguna desde dicha ermita, por vía recta se fueron en comunidad a la Iglesia parroquial «en donde hicieron oración, y sin detenerse pasaron a las casas de la encomienda donde se mantienen. Y en un cuarto más decente se hizo un altar en donde se colocó el Sacramento con la mayor decencia que se pudo; y esto es en Dios y en nuestra conciencia la verdad de lo que pasó».

Firma la declaración Dña. María Ponce de Santa Rosa, abadesa; Jacinta Ponce de San Gabriel (hermana de la anterior) Catalina de Sanz... (ilegible) María de San Bernardino; Leonor Mancera de San Pablo, Francisca de San Miguel; Ana de San Francisco, Paula Gordón de San José; María Barrasa de San Pedro; María de la Purificación; María Rubio de Santiago; Juana del Corpus Cristi; María Gordón de San Agustín; MariRubio de Santiago y María de San Rafael. En total 15.

Leída que les fue la declaración, todas una por una se ratificaron en su contenido.

El Vicario general y Juez Eclesiástico dicta entonces una providencia para que se ponga el asunto en conocimiento del Consejo de las Ordenes, y un auto conminando a las monjas para que se restituyan a su convento, sin perjuicio de volverse en el caso de que el Consejo lo autorizara.

Contestan alegando las mismas razones que a su juicio les impedían volverse.

Otro auto del mismo vicario fechado el 22 de diciembre en Puebla de Sancho Pérez, conmina que en plazo de un mes desalojen las casas de la encomienda, bajo las penas que, de no hacerlo, haya lugar en derecho, y otro insistiendo en lo mismo bajo pena de excomunión mayor.

Ambos autos fueron notificados a las religiosas debida por el notario eclesiástico Diego de Soto. Lo notificó a la comunidad presidida por la vicaría, previa manifestación de que la abadesa está en cama; prometieron obedecer, y desalojar la Casa de la Encomienda; en cuanto tuvieran edificado en Bienvenida el convento que pensaban construir, para lo que tenían ya hechas gestiones.

Otro requerimiento fechado en Llerena en 18 de agosto de 1724, la misma respuesta, hasta que por fin y previa intervención incluso del nuncio apostólico, el Consejo de las Ordenes, de acuerdo con el comendador autorizo que, visto que las monjas tenían ya comenzadas las obras del nuevo convento en Bienvenida, siguieran provisionalmente en la Casa de la Encomienda, con la condición precisa de desalojarlas tan pronto como el convento en construcción esté en condiciones de habitabilidad.

Acusan las monjas en todo este, curioso proceso una voluntad de hierro, una tenacidad irrompible: dos años después estaban ya instaladas en el nuevo convento a medio terminar.

Para iglesia escogieron la amplia ermita de Santa Ana, que les fue cedida graciosamente, compraron, contigua a la ermita, un extenso cortinal y espaciosa huerta, y sobre este solar edificaron el nuevo convento, comunicándolo con la ermita.

He tenido a la vista un libro de cuentas de la comunidad. Comienza el libro en 1700 y termina en 1834. Se desprende de dicho libro que ya en 1724 habían comenzado las obras del convento; pues en la «data» figuran 2555 reales por la compra de un cortinal y de una casa contigua, y 1925 reales «que se han gastado en la mano de obra>>.

Seguían las obras en 1726, ya que en las cuentas de este año aparece una partida de 75 fanegas de trigo, «pagadas a los maestros y peones que trabajan en la obra del convento»; probablemente terminaron en 1.730, en que figuran por última vez partidas de data por concepto de obras, apareciendo una cuenta de 872 reales pagados a <<Baltasar de Soto, maestro que ha hecho la obra del convento».

Por las partidas de «cargo» se ve que las monjas acometieron la edificación con las rentas propias, pues en Usagre disponían de extensas posesiones de tierras y censos; pero también con donativos o limosnas, muy especialmente de Bienvenida. En casi todas las partidas de cargo de los años 1.725 a 1.729 figuran cantidades donadas para la obra del convento por vecinos de nuestro pueblo. (bienvenida)

Ese detalle y otros por el estilo que se observaban leyendo el largo proceso del traslado del convento desde Usagre, en circunstancias tan misteriosas, revela que en todo este asunto las monjas contaron con una colaboración entusiasta de Bienvenida, no solo de los vecinos, acaso también de las autoridades locales, que consintieron, con una protesta meramente formularia, que las monjas se posesionaran de la Casa de la Encomienda y permanecieran en ella por lo menos dos años, mínimum de tiempo que hay que suponer para que el nuevo convento, comenzado a edificar a fines del 1 724, pudiera estar en condiciones de alojar a las quince religiosas, aumentadas con tres naturales de Bienvenida, que ingresaron en la comunidad a los pocos meses de establecida esta.

No faltaron protestas de Usagre: hubo litigio con el concejo de dicho pueblo que trataba de impedir que las monjas, estando en Bienvenida y habiendo abandonado por su voluntad el antiguo convento, percibieran las rentas del mismo, que radicaban en Usagre; pero triunfó en esto como en todo lo demás, el tesón de las religiosas, especialmente de la animosa abadesa.

En 1749 trasladaron con toda solemnidad al nuevo convento los restos de las religiosas que estaban enterradas en el de Usagre, celebrándose, con este motivo, solemnísimo funeral en la Iglesia conventual de Bienvenida.

En el archivo histórico nacional tuve a la vista el libro de defunciones de religiosas, seguramente el último; pues comenzaba en 1700 y terminaba en 1834.

Este libro contiene noticias interesantes, de las que selecciono las siguientes:

Dña. María Ponce de Santa Rosa, la intrépida abadesa, alma del traslado y de la edificación del nuevo convento, falleció en 1740, diciendo de ella la partida que “fue cinco veces abadesa, gobernando la comunidad con mucha paz y observancia de la regla, no comió nunca carne ni durmió en cama, pues dormía en una tarima de tabla desnuda, muy dura, se pasaba muchas horas de la noche en oración.”

El 14 de agosto de 1758 falleció otra de las religiosas que habían venido de Usagre, Dña. Isabel María de San Diego, cuya partida de defunción trasladó casi integra, por lo curios y edificante. Dice así:

“En este día (el ya indicado) falleció Dña. Isabel María de San Diego, de velo blanco... estuvo en cama tres años, sin tener más enfermedad que vejez; pues murió de ciento tres años y más de setenta de religiosa... fue devotísima de los misterios de la Santísima Eucaristía y de la Asunción de María, dijo muchas veces que un día de los  dos había de descansar en el Señor, cuyos favores concedió su Majestad; pues se la llevó para sí el día arriba dicho, víspera de la Asunción, entre 10 y 11 de la noche, habiendo tenido grandes coloquios y afectos de su corazón con María Santísima, habiendo entregado su espíritu al Creador con el rosario en la mano y la cruz aplicada al pecho, con todo conocimiento, con mucha ternura de lágrimas, tanto suyas como de la comunidad, quedando después de muerta flexible; pues algunos días después de haber fallecido, que estuvo sin enterrar, llegaban las religiosas y le abrían la mano sin ninguna violencia, la que se volvía a cerrar como si estuviera viva, y las arrugas de la cara que son anejas a la edad ran crecida se le quitaron después de muerta, quedando como si fuera de mediana edad, por lo presumimos piadosamente que está gozando de Su Divina Majestad».

De las 15 religiosas que vinieron de Usagre hemos podido localizar como naturales de Bienvenida a Dña. Paula Gordón de San José, fallecida en 1730; Dña. María de San Rafael, muerta en 1756; Dña. María Gordón de San Agustín, Dña. María Rubio de Santiago y Dña. Ana Mejías de San Francisco, de la que dice la partida de defunción que murió en el 1773, a los 90 años de edad y 65 de religión, añadiendo que fue «la última religiosa que había en el convento de las 15 que vinieron de Usagre»>.

A través de toda la documentación pasada por mis manos saco la impresión de que el pueblo de Bienvenida, que tan calurosamente acogió a las religiosas, se mantuvo hasta el final muy afecto a ellas, admirando su vida penitente y ejemplar, siendo la Iglesia del convento muy frecuentada por la solemnidad de los cultos que en ella se celebraban.

Al comenzar el s. XIX; las monjas eran 17, padecieron mucho en los años de la guerra de la Independencia tanto por la escasez de recursos; pues los franceses saquearon el convento, como por la inseguridad en que vivían.

En 1818 integraban la comunidad solamente 11 religiosas.

Libróse el convento de las leyes desamortizadoras durante la revolución de Riego de 1920 a 1923; pero no pudo evitar que, 15 años más tarde, las leyes desamortizadoras de Mendizábal se incautaron del convento, del que fueron expulsadas las religiosas, dándoles opción para restituirse al seno de sus familias con la irrisoria pensión de 150 reales anuales .Las religiosas expulsadas eran 9, y de ellas, cinco eran Bienvenida, donde vivían aún en 1851, pues he visto sus nombres en una lista de las personas que habían cumplido por pascua en dicho año.

Esas cuatro religiosas son las siguientes; Dña. Josefa de San Ildefonso que aparece en la lista con 77 años de edad y domicilio en la calle Montemolin; Dña. Cándida Garzón, de 65 años, en la misma calle; Dña. Antonia Juana Venero, de 76; en calle Santa Ana nº 8 y Dña., Juana de San Hipólito Rodríguez, de 49 años, que vivía en la calle Mesones con su hermano; coadjutor de la parroquia, D. Juan María Rodríguez.

Incautado del convento el Estado, estuvo el edificio abandonado algunos años, pero en 1850 estaba todavía intacto, pues el 2.de Enero de dicho año el gobernador eclesiástico se dirigía por oficio al párroco de Bienvenida, encargando que contestara a la mayor brevedad si convenía reclamar la Iglesia y alguna otra dependencia del: extinguido convento para fines espirituales; porque la Real Orden del 30 de Octubre anterior daba opción a los obispos a utilizar las Iglesias y dependencias de los antiguos conventos que se juzgaran necesarias para el culto, y a la de los ayuntamientos para aquellas otras que pudieran clasificarse como de utilidad pública.

El oficio que tengo a la vista lleva una nota al margen que dice así: «contestado el 7 del presente mes y año. Pero no dice cual fue la respuesta Seguramente no pudo salvarse nada, pues meses más tarde aparece vendido todo el edificio, con todas sus dependencias, incluso la Iglesia, que era la antigua ermita de Santa Ana, en pública subasta; por el grotesco precio, de 30 000. reales, incluida la huerta aneja, pagado en diez plazos.

Para mayor desdicha fue demolida la Iglesia, con su torre o campanario, con el pretexto de que situada delante del convento que vendió para viviendas quitaban a estas la vista de la calle. La lamentable y bochornosa demolición fue tan implacable que de ella no ha quedado el menor rastro, ni los cimientos de la Iglesia.

Sabemos del alcalde (natural de Bienvenida) y del secretario del Ayuntamiento (extraño a Bienvenida y procedente de la política sectaria de entonces) que no solo permitieron, sino que alentaron la demolición de la ermita de Santa Ana, tan llena de siglos y de tradición bienvenidense, a pesar de haber sido rogados en favor de la conservación de ésta por la mayoría de los vecinos que no pudieron evitar el desafuero.

Ni valió la consideración de que esa iglesia era muy anterior al convento, y había sido edificada por la devoción y con limosnas de los vecinos de Bienvenida.

 

Bienvenida y su ermita – A. Manzano Garías-1959


Bibliografía : 

- Chronica de la Santa Provincia de S. Miguel de la Orden de N. Seráfico Padre S. Francisco .Autor José de Santa Cruz.1671 - link bne https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000251098&page=316
- Bienvenida y su ermita - A.Manzano Garías 1959
- Comics y artículos de Pepe Larrey.

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