Una Familia Usagreña que emigró a Argentina en 1908




RECUERDOS  Y NOSTALGIAS
DE LA CASTELLANA  EN USAGRE
Por  Agripina Silvia  Machado Salas

Del libro : "Hijos de la Dehesa, nietos de la Pampa". Francisco Antonio Perna y Máximo Durán


Transcurría el  otoño de  1908 en  la  huerta La Castellana, concretamente en el pueblo de  Usagre, provincia de Badajoz, en la región  de Extremadura. De allí partieron mis abuelos, mis  tres tías, mi tío y mi madre,  y unos  dos  años después lo haría mi bisabuela materna, Manuela Peña Moriano.
Desde Bienvenida, en tren  partieron hacia Cádiz. Me contaba mi madre, Manuela Salas Escudero, que allí  conocieron por primera vez  los fideos. En  aguas gaditanas,  en el barco llamado Nuestra Señora de Valbanera, embarcaron hacia Argentina, donde ya  estaba una  prima de mi abuela,  llamada Antonia Escudero Moreno,  también usagreña.
El grupo familiar se  componía de mi abuelo Antonio Salas Badajoz, mi abuela  Vicenta Escudero Peña,  y mis tíos Manuel y Carmen Salas Romualdo, hijos del primer matrimonio de mi abuelo con Enriqueta Romualdo Escudero, quien falleció. Mi abuelo volvió a contraer matrimonio con  una  prima hermana de su primera esposa y de ese matrimonio nacieron mis tías  Valentina y Ana, y  mi madre, Manuela Salas Escudero.
Durante el  viaje,  mi tía Carmen Salas  Romualdo cumplió 15 años.  Para darse una idea de cómo era la emigración entonces, mi familia viajó con los colchones que tenían en Usagre.  Aún conservo en almohadas,  como un bien  preciado, lana de ese origen.
Llegados a Buenos Aires, viajaron al Lugar elegido, la ciudad de Rosario, y se afincaron en el  barrio Súnchales, que es  donde se  situaba la  Estación Ferroviaria del mismo  nombre. Mis familiares, como muchos otros emigrantes, sobre todo del sur de España, eran  analfabetos.  Solamente mi  abuela sabía  leer y escribir. La vida no les era fácil en este país. Mi abuelo entró a trabajar como obrero en la refinería de azúcar, empresa que fue muy  importante en Rosario y que estaba instalada en Puerto Nº11e, a orillas de nuestro gran río Paraná. Mi abuela, que cosía y bordaba muy bien, lo hacía  para algunas señoras. Creo que había vivido un  tiempo en Sevilla y allí había aprendido estas labores. Mis tías y mi madre, que eran unas niñas, entraron a trabajar en el  servicio doméstico. No fueron a la escuela, Solo pudo ir la  menor, Ana, que con motivo de haber tenido tifus, no salió a trabajar con tan poca edad.
En  1912, mi  tía  Carmen, la mayor, casó con un  emigrante oriundo de Usagre, Antonio Sierra  Arias, fallecido en 1936, y tuvieron  cinco hijos: Joaquín, Antonio, Isabel, Manuel y María  del   Carmen. Ya  entonces mi  bisabuela Manuela Peña Moriano había viajado sola hacia Argentina, cumpliendo así con la promesa de reunirse con la familia. Mi tío Manuel entró a trabajar en una estancia (equivalente a un cortijo) en el pueblo Irigoyen, provincia de Santa Fe, y falleció trabajando cuando conducía un  carro; el caballo sé encabritó y, debido a eso, cayó de espaldas al piso, muriendo de  forma instantánea.
Corría por  entonces el  año 1914.Pasados algunos años, y ya con más edad, Valentina, Manuela y Ana entran a trabajar también en la refinería de azúcar, En 1921 se casa Valentina con Natalio Gallonetti, hijo de italianos: sus dos primeros hijos mueren siendo bebés. Posteriormente, en 1926 nace Héctor,  y  en 1930, Natalio. También se casan Ana y Domingo Florentino, de cuya unión nacen Elda en 1922 y Elida en 1924. En la casa paterna quedan Antonio, Vicenta y su hija Manuela, mi  madre, aún soltera.
Mi abuelo Antonio enfermó entonces. Según nos han contado, fue como consecuencia del tanino aspirado en su trabajo en la refinería. No  tenían por aquellos  tiempos ninguna protección social para él: quienes mantienen la casa son mi  abuela, en  el servicio doméstico, y mi madre, que trabaja en ese tiempo en una fábrica de dulces llamada La Aurora. Quien quedaba al  cuidado de mi abuelo enfermo era mi prima Isabel Sierra Salas, que tenía entonces 5 años.

7
 
A  la muerte de mi  abuelo en  1923, mi abuela y mi madre se trasladan para ir a trabajar a una estancia en  Pozo del Molle, en la provincia de Córdoba, mi abuela como cocinera y mi madre como mucama (persona del servicio doméstico). Luego se van a Buenos Aires, donde también trabajan en lo  mismo con cama adentro, mi  madre en casa de un matrimonio con tres hijos. cuyos miembros son lo  que se llama "gente venida a menos" de lo que fue la oligarquía argentina. El dueño era sobrino del  que fuera presidente de la Argentina en  el período 1922-1928, Marcelo Torcuato de  Alvear. En esa casa, de la que mi madre siempre  guardó buenos recuerdos, aprendió a
leer  y firmar de  la mano de  la señora, cosa que aprovechó muy  bien a lo largo de su  vida, pues leía mucho y, sobre todo, le atraía mucho la historia.
Ya  en   1929, mi madre vuelve a Rosario a casarse  con  mi  padre, Marcelo César Machado, y al  año siguiente nazco yo,  Agripina Silvia  Machado Salas   y en  1938 mi  hermana Alicia  Vicenta.
Mi abuela  Vicenta continuó en   Buenos Aires  trabajando  hasta aproximadamente el  año 1938, en que se vino a Rosario y se  instaló en casa de  mi  tía Valentina. Luego, mientras mi primo Joaquín, que era constructor, terminaba la casa donde irían a vivir ya como  propietarios, la familia de  Valentina, junto con mi abuela, vivieron en casa de mi tía Carmen. Mi abuela murió  el  8 de  febrero de 1942, a los 66 años.
En nuestra familia, el lugar de origen de nuestros abuelos y nuestras madres ocupó gran parte de las conversaciones en todos los encuentros familiares. Ellas nos transmitieron su amor por La Castellana, nos hablaban de la alberca y los árboles frutales que en ella había, de los higos chumbos, de  lo felices  que eran en  sus juegos, de la vez que mi tía Ana cayó a la alberca por  recoger una flor que le había quitado una de sus  hermanas. También de  cuando mi madre, a quien mi abuelo llamaba "Nenillo", al caer desde un árbol quedó colgada de una pierna, por lo que tuvo que estar en cama varios meses, o de como mi tía Ana, la más chica de las hermanas, pisaba las culebras para sacarle los polluelos  que se habían comido. Recordaban el  arroyito que corría  dentro de  la finca y como se hacían picar con las  sanguijuelas, o como descubrían las criadillas  por la protuberancia en el  terreno, o como veían en la puebla de Hornachos todo blanco, como nevado, cuando los naranjos estaban en flor. También rememoraban a los pastores trashumantes, que bajaban en  invierno procedentes de lugares más  fríos y llegaban con sus rebaños pasando por La Castellana. En  fin, miles de  recuerdos felices de su infancia nos acompañaron mientras tuvimos la maravillosa suerte de que estuvieran entre nosotros. Manolo, uno de mis  primos y el  más gracioso de  nuestra familia,  sabía bromear diciendo que,  cuando las peras maduras caían de los árboles en La Castellana, se inundaba la huerta de tanta agua que contenían, haciendo alusión a las conversaciones de nuestras madres sobre la exquisitez de esas peras.

Hacia 1943 mis primos Joaquín y Manuel Sierra Salas crearon un establecimiento en donde realizaban artesanías en cerámica, al que llamaron "La Castellana", en homenaje al mítico lugar extremeño. Era una maravilla ver trabajar en el  torno a Manolo, transformando con sus hábiles manos el barro en jarrones, botijos, macetas, alcancías, etcétera.


En  1937, mi primo Antonio se fue a trabajar en el ferrocarril a la ciudad de Gálvez, en esta misma provincia, donde se casó y vivió hasta su  fallecimiento, aproximadamente en 1943. Joaquín es contratado por una  empresa de construcciones y trabaja en las provincias de Córdoba, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones. Formará su familia y ya no  volvería a instalarse  en Rosario. En 1946, mi tía Ana y mis primas Elda y Elida se trasladan a la ciudad de Buenos Aires: era un acontecimiento familiar de gran alegría, y gozoso encuentro, cada vez que mi tía Ana y "las chicas", como  llamábamos en la familia a esas primas, viajaban a Rosario.
Así continuó desarrollándose la vida de las hermanas Salas, que nunca fue fácil. Se fueron casando sus hijos, nacieron sus nietos y las reuniones familiares en  casa de mi tía Carmen pasaron a formar parte de nuestros recuerdos más preciados. También con el tiempo fuimos reuniéndonos en  casa de mi tía Valentina, donde siempre había un lugar en la mesa para quien  llegaba.
La prima de mi  abuela,  Antonia Escudero Moreno, creo yo, estaría  casada con alguien de Usagre. En Rosario nació su hija Joaquina "Chinita", apodo argentino, y cuando enviudó Antonia, volvieron a España. En Usagre viven sus  descendientes. Durante su estadía en Argentina, también vivieron en Alta Gracia, provincia de Córdoba, ciudad en  la que vivió exiliado sus últimos  años el músico y compositor español Manuel de Falla.
No tengo datos certeros, pero es posible que por la misma época muriera mi bisabuela Manuela Peña Moriano. Estos últimos acontecimientos ocurrieron cuando yo aún no había nacido. En mi casa se vivieron día a día las noticias que traían los diarios durante la Guerra Civil  española. Mis padres eran republicanos y eso también marcó mi infancia. La presencia de España en mi vida estuvo siempre. En 1953 participé en un Congreso Mundial de Mujeres,  realizado en la ciudad de Copenhague. Allí conocí a varias mujeres españolas que estaban exiliadas en distintos países. En  cuanto las  vi, me acerque a ellas  y les conté que además de ser descendiente de españoles, tenía  noviazgo con un joven español que había llegado a Argentina en  1948.  Desde entonces atesoro un prendedor con  el  contorno de España surcado por las letras MAE en los colores de la bandera de la República. Las letras significan Mujeres Antifascistas Españolas y ellas fueron quienes me lo regalaron.
Con ese joven me casé en 1954; su nombre, Pedro José López Oyón. Tuvimos dos hijos y tres nietos. Es navarro y en 1975 viajamos a España, junto a  nuestros hijos y mi madre. Estando en el Aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, vino a despedirnos mi tía Ana. Nos pidió que le trajéramos tierra de Usagre y así lo hicimos. Tenía alegría, pero también tristeza por no poder viajar. Los españoles que viven en  España y los emigrantes de  mitad del  siglo XX, no podrán llegar a entender las añoranzas que  sufrieron las  generaciones de emigrantes como mis abuelos, mi madre y mis tías, sin perspectivas de  volver a ver su terruño, salvo una minoría que sí lo consiguió.
Tuve la inmensa alegría de que mi madre pudiera volver a ver La Castellana.
Al llegar una tarde de junio a Usagre, la emoción que nos embargó fue muy grande. Allí  encontramos a Joaquina "Chinita", como la recordaban en mi familia. Vivía allí con su familia,  había enviudado. Nos recibieron con toda  calidez y Rafael Gordillo, su hijo, nos gestionó una visita a La Castellana. Mi madre durmió  esa noche en casa de Joaquina y conocimos a otra prima de mi abuela, la hermana menor de Antonia Escudero Moreno. Nosotros fuimos a pernoctar en Zafra para regresar al día siguiente a la ansiada visita a La Castellana.
Antes de salir de Usagre, preguntamos por "La Cana", una prima de mi tía
Carmen, a quien ésta recordaba con mucho cariño. Nos dijeron que  vivía con una hija en Puebla del Prior. Hacia allí nos dirigimos y tuvimos la suerte de  encontrarla, de tal manera que pudieron saber una de la otra después de 67 años. "La Cana" debía tener entonces más de 80 años.
Marchamos a Navarra, felices de  haber podido pisar Usagre y La Castellana, de haber recibido tantas atenciones de parte de la familia de Joaquina, a quien le caímos de sorpresa porque no sabíamos sí estaría allí, e incluso sí vivía. Desde Navarra escribí a mis tías contándoles nuestra visita a Usagre,  pero sobre todo a mi tía Carmen,  quien estaba  viviendo en Hernandarias, provincia de Entre Ríos, con su hija menor María del Carmen, casada con un  médico que ejercía en  esa localidad. Le comuniqué entonces el  encuentro con "La Cana" y Marcelino,  una persona que había trabajado con mi abuelo en La Castellana y que se acordaba mucho de toda la familia, pero sobre todo  de ella, que era la mayor de las hermanas.

En   1977 nuestra  hija, como muchos argentinos, debió exiliarse en España debido a la feroz dictadura que soportó Argentina. En 1978 volvimos a España con mi marido y en vísperas de fin de año viajamos a Usagre. Era un día muy frío y nublado. Llegábamos desde Barcelona, donde estaba nuestra  hija. Estuvimos nuevamente con Joaquina y viajamos el mismo día hacia Navarra a pasar las fiestas, donde nos encontraríamos con nuestra hija y la familia que tenemos allí. En esa oportunidad, preguntamos por Marcelino, a quien nos hubiera gustado ver, Lamentablemente había  fallecido, y  sin  saberlo, sería la última vez que vertamos a Joaquina. En el año 2005 a través del INSERSO, volvimos a España nuevamente y fuimos a Usagre, donde nos enteramos de   la muerte de Joaquina.
No Hay palabras  para agradecer el recibimiento de  los  hijos de Joaquina, Emilia y  Rafael Gordillo. Como siempre,  habíamos  llegado sin avisar, para no causar molestias. Pensábamos regresar a Zafra en algún vehículo de alquiler, pero no nos dejaron, Cenamos en casa de  Rafael  y Emilia y su esposo nos ofrecieron una casa que tienen en el pueblo, donde pasamos  la noche. Al día siguiente paseamos por el pueblo con Emilia y otros familiares. Almorzamos en casa de Emilia y una hija suya, que es enfermera en Mérida,  nos llevó junto con Emilia hasta Zafra.
Durante la estadía en casa de Emilia, mi esposo le pidió que me diera la receta de los repápalos, ya que al morir mi  madre no había quien los supiera hacer y a él le gustan mucho. Afortunadamente, sé hacer los gañotes.
Tuvimos la fortuna de conocer en casa de Emilia a José Larrey, que además de  reconocido humorista es autor del libro Crónica de La Villa de Usagre que nos autografió. Leyendo este interesante volumen, me he enterado que La Castellana fue antiguamente una ermita en el siglo XV.
En ese último viaje  a Usagre en autobús, al apearnos, nos dirigimos al bar que está frente a la fuente para preguntar sí allí nos podían informar quien nos podía llevar de vuelta a Zafra, pues no había más servicio de autobús ese día. En el bar estaban los actuales dueños de La Castellana, quienes se emocionaron al saber que 97 años después a miles de kilómetros, en otro continente, La Castellana  estaba presente en los  sentimientos más caros de los descendientes de esos emigrantes que la  dejaron en 1908.

En septiembre de 1982 murió mi tía Carmen a los  89 años; en julio de 1983 nos  dejó mi madre Manuela, con casi 83 años; en agosto del mismo año,   murió mi tía Ana a los 81 años en la ciudad de Buenos Aires ...  Ana no estuvo enferma, y mis primas le ocultaron la muerte de mi madre para evitarle el  sufrimiento. En  mayo de 1984, a días de poder cumplir los 85 años, falleció Valentina, la última de las hermanas Salas.
En el momento de la muerte de mi madre, en medio del dolor que me embargaba, mi deseo fue que pudiera reunirse con Carmen, y más adelante con sus otras dos hermanas que aún vivían, para volver a corretear por La Castellana, como lo habían hecho en su feliz infancia. La  muerte de mi  madre y mis tres tías, en dos años, fue un golpe muy grande para mí, mucho más de lo que percibí en  esos momentos. Muchos años después tuve la  dimensión real de lo que significaron en  mi vida.

COMPOSICIÓN  DEL  GRUPO FAMILIAR
-Mi  abuelo Antonio Salas Badajoz, hijo de Joaquín Salas Reales (Usagre) y de  Valentina Badajoz Rey (Bienvenida].
-Mi abuela  Vicenta Escudero Peña,  hija  de  Francisco Escudero Chaparro
(Usagre) y de Manuela Peña Moriano (Usagre).
-Mis  tíos Manuel y Carmen Salas Romualdo eran hijos del  primer matrimonio  de mi  abuelo, que estuvo casado con Enriqueta Romualdo Escudero, quien falleció.
-Mi  abuelo volvió  a contraer matrimonio con  una  prima hermana de su primera esposa y de  ese matrimonio nacieron:
-Mi  tía Valentina Salas Escudero (27-5-1899).
-Mi  madre  Manuela Salas  Escudero (24-11-1900).
-Mi tía Ana Salas Escudero (28- 7-1902).

DESCENDIENTES,
En  el  año 2009.  los  hijos  que  viven  de aquellas cuatro hermanas somos:
-Isabel  Enriqueta Sierra Salas (91 años en junio).
-María del  Carmen Sierra Salas (80 años cumplidos).
-Agripina Silvia Machado Salas (79 años en junio).
-Natalio Oscar Gallonetti Salas (79 años en  septiembre).
-Alicia  Vicenta Machado Salas (71 años en agosto).
-Hijos  de Joaquín Sierra Salas (fallecido el  6-9-2002):.
-Antonio Ramón Sierra Castelli. Vive en Ituzaingó, provincia de Corrientes.
-Joaquín Sierra Castelli. Vive en Resistencia, provincia de Chaco.
-Manuel Carlos Sierra Castelli.  Vive en  Corrientes Capital.
-Alberto Sierra Castelli. Vive en Posadas, provincia de Misiones.
-Antonio Sierra Salas  (fallecido en agosto de 2003).
-Su único  hijo. Carlos Manuel Sierra Calvi, vive en San Nicolás, Buenos Aires.
-Manuel  Sierra Salas  (fallecido en diciembre de  1978).
-Su  única  hija,  Alicia Mabel  Sierra Gómez, vive en  Arroyo Seco, Santa Fe.
-Isabel  Enriqueta Sierra  Salas (Viuda).
-Sus hijos  Ricardo Walter y Eduardo Cambria Sierra viven en Rosario, Santa  Fe.
-María  del  Carmen Sierra Salas (Viuda).
-María  del  Carmen Sabao Sierra. Vive  en  Rosario, Santa Fe.
-Héctor Francisco Gallonetti Salas. Fallecido. No se casó.No tuvo hijos.
-Natalio Óscar Gallonetti Salas.
-Mauricio Adrián  Gallonetti Rodriguez. Vive en Canarias con su esposa y
dos hijos.
-Gabriel  Alejandro Gallonetti Rodríguez. Soltero. Sin hijos.
-Elida Esther Florentino Salas. Fallecida en febrero de 1988.
-Su único hijo, Arnaldo Alberto Laporta Florentino, reside en Lomas del Mirador, Buenos Aires.
-Elida Norma Florentino Salas. Fallecida en febrero de 2008. Se casó y no tuvo hijos.
-Alicia  Vicenta  Machado  Salas  (Viuda).
-Sus  hijos  Silvana  Alicia, Marcelo  Alejandro y Carina Daniela López  Machado, todos residen en  Rosario, Santa  Fe.
-Agripina Silvia Machado Salas.
-Marcelo ,Bibiana y Daniel Osvaldo López Machado, Residen en Rosario, Santa Fe.
-Nietos: Martina  Ramos  López.  Emiliano José  Berra  López  y Sofía   Daniela López  Accaino.

Finca La Castellana - Usagre

Cartel Anuncio del taller "La Castellana"

Prendedor Mujeres Antifascistas Españolas.

Puente de Usagre

Vapor La Valvanera

Comentarios

  1. Nunca hubiese imaginado que tan lejos hubiese personas que sintieran tanta nostalgia y admiración por "La Castellana". Me emociona y me llena de orgullo que entre estos cuatro muros nacieran y se criaran tantas familias que por consecuencias de la vida tuvieran que emigrar a lugares donde había más prosperidad.
    Aquí todo permanece prácticamente igual. Se intenta evolucionar pero se respeta lo natural. Este año el agua es escasa pero aún corre por el regajo, este paraje mantiene el verdor de la arboleda y los animales se encuentran a gusto aquí, como siempre.
    Lo cierto es q hay detalles q denotan el pasaje de nuestros antepasados, lo cuál hace q retrocedas por momentos a antaño, cuando todo era puro, y eso me hace abrir más la mente y ponerme en esa época. Ya digo que me siento feliz por su historia. Aquí seguís teniendo vuestra casa para cuando queráis y tengáis oportunidad de volver. Siempre!
    Un fuerte abrazo.
    Gonzalo

    ResponderEliminar
  2. Soy una de las nietas de Joaquina, Marisa, hija de Hipólito y Emilia. He leido esta historia por mera casualidad y, mientras lo hacía, traía conmigo el recuerdo de mi queridísima abuela con la que mantuve siempre una unión muy especial. Fue una persona muy buena, cariñosa, comprensiva, generosa y con mucho sentido del humor.
    Ella siempre nos contaba que nació en Argentina y que cuando, con dos años ,volvió a Usagre,(viaje que duró un mes en barco)la gente la llamaba "La Americanita". No tenía conocimiento de que su familia la recordara como "La Chinita", ni por qué de ese sobrenombre.
    Desde siempre, cuando he encontrado argentinos, no he dudado ni un sólo instante,en relatarles la historia de mi abuela.
    Yo recuerdo, aún siendo una niña, una de las visitas de sus parientes de Argentina y recuerdo también, aunque vagamente, haber paseado con ellos por las calles de Usagre comiendo pipas.
    Llena de emoción, decirles que aquí tienen su casa y que me gustaría mucho volver a verlos y conversar con ustedes.

    Gracias por plasmar en papel la historia de tantas vidas y regalarnos tantos sentimientos.

    Marisa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas, también soy descendiente de esta familia. Soy Arquitecto, tengo 42 años y soy nieto de Isabel Sierra Salas (Fallecida en 2015 a los 97 años) y vivo en Rosario, Argentina.
      Agripina (autora de este escrito, lamentablemente ha fallecido)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

300 años del abandono del Convento de Usagre, breve historia.